Paulo Gini se llevó a Brasil el trofeo del Second Chance
El brasileño se impuso ante un durísimo field para quedarse con el trofeo del Second Chance y casi US$70K en premios en Enjoy Punta del Este.
Pionero del poker urguayo y sudamericano. Crack de las mesas de cash. Hincha (muy hincha) de Peñarol. Más fanático aún del Welcome, su club de básquetbol. Pero, ante todo, «enamorado de Natalia y de Tiziano», como él mismo se definía… Todo eso -y mucho más- fue Marcelo Algranati , quien lamentablemente falleció este jueves en su Montevideo natal.
Iko o La Hiena, como lo conocían todos, nació el 20 de julio de 1970 en Pocitos, su lugar en el mundo. Allí, tristemente, murió tras pelearle durante años a un cáncer y luego de haber estado internado durante las últimas semanas.
Sus amores y su otra pasión, el fútbol
Como jugador de poker, Algranati marcó una época como estandarte de la old school. Su talento se vio, sobre todo, en las mesas cash de los casinos más importantes del mundo: desde Montecarlo hasta Inglaterra, pasando por Argentina, su amado Uruguay y, sobre todo, Las Vegas , a donde viajaba más de una vez por año para desplumar a cuanto rival se le sentara adelante.
El Bellagio era uno de sus poker-rooms favoritos, esas mesas en las que supo transformarse en un hombre respetado y de cuidado. Aunque en realidad, lo que más le gustaba, era estar en su amada Montevideo y poder disfrutar del carnaval y las murgas, temporadas en las que año a año sacaba su abono de 30 días y no faltaba a ninguno.
La Hiena aprendió a jugar al poker a los 11 años ya que su padre tenía una casa de juego llamada Hacoaj. Su salto al profesionalismo se dio en el 2004 y no tardó en afianzarse. Nunca le gustó demasiado jugar online ya que, según juraba, en las pantallas no podía usar su mejor arma, la intuición. «Tengo buena lectura de cara. Sé si me están mintiendo o no. A veces me equivoco, pero esa es una de mis fortalezas», le relató en alguna oportunidad al diario El País.
«Para ser un buen jugador hay que ser inteligente. Se puede ser muy inteligente y mal jugador. Pero nunca al revés», solía decir Marcelo, quien llegó a estar cerca de 30 horas seguidas sentado en una mesa de poker. Un distinto que se va a extrañar.
Hasta siempre, Iko.