Inicio > Las Nueces: Mr. Vértigo

Me bajo de esta increíble propuesta de Aerosmith por más que la idea me seduzca más que un Shawarma a la salida de Kika, o que Jessica Alba en Sin City si quieren ponerse un poco más hombrecitos. Cuando acepté redactar Las Nueces fue porque quería obligarme a escribir regularmente -conociendo mi vagancia extrema y falta de compromiso absoluta- pues mi respeto y devoción hacia el proyecto CodigoPoker me encadenaría a entregar un buen producto en tiempo y forma. Mi escritor pasado no diferiría del que estaba a punto de surgir, apasionado de a ratos e inconstante como pocos, y déjenme decirles que lo sé, no es algo heroico, es más bien algo enfermo.

Tiene que ser joda.

Con un cementerio de blogs diversos a mis espaldas el nuevo yo me sorprendía con una firmeza casi intachable hasta la semana siguiente al triunfo en la Madero Summer Cup 5 K. Pasaron semanas y la alegría es difícil de recrear, pero recuerdo que emocionado pedí asueto nacional. Durante los días venideros estuve disfrutando de lo conseguido, «la calma después de la tormenta» si se puede contradecir al dicho, esa relajación con picos de euforia acercándose hacia el fin de semana es una sensación que pocas veces experimenta un jugador de Poker pues el primer puesto es el único capaz de saciarnos por completo (por lo monetario, por el prestigio), a diferencia de otras disciplinas en la que el trabajo bien hecho y su posterior disfrute son más sencillos de alcanzar. El inconformismo extremo nos lleva a desvalorar inclusive segundos lugares siendo casi el mejor escenario posible, por lo que acostarse a un lado exhausto y mirar con una sonrisa orgulloso el trabajo realizado no es algo a lo que estemos acostumbrados. Ejemplos varios pueden ser que recordamos más los pozos que perdemos, damos espirales eternas y nos condenamos al jugar una mano mal y nos mortificamos con las sesiones perdedoras, pasándola peor equitativamente cuando esto ocurre que al ganar -irónicamente, ya que estas últimas son las más frecuentes.-

Inmerso entonces en esta atípica tranquilidad me decidí a liberarme de mis siempre escasas responsabilidades, hábito que adquirí de mirar repetidamente Fight Club y American Beauty, mis recomendaciones de la semana para aquéllos que desconozcan cualquiera de los films. No recuerdo donde leí una frase con la que identifiqué el ocio sin culpa que corría por mis venas: «I’m in the place of greatest freedom right now: not giving a fuck/Estoy en el lugar de mayor libertad ahora mismo: no me importa una mierda.»

Con el correr de los días ya no coreaba «Free Fallin» como Jerry Maguire y se acercaba el CAP de Puerto Madero, el torneo con mejor estructura del país, con obvias comodidades y gastos nulos, y mi confianza por las nubes of fucking course. Todavía en una hamaca paraguaya imaginaria recordé entonces mi participación pasada, una mano difícil de olvidar y que voy a reproducir aproximadamente a continuación, pues el inconsciente no la reprimió a pesar de mis esfuerzos prácticos.

Día 1, stacks de 20.000, ciegas cada una hora, torneo de $7.000 si mal no recuerdo. En la mesa estaban Miguel Angel José, Gustavo Morales, José Lesta. Primera mano del día, saludo cordial, uy que mesita, suerte para todos, donde está el mozo que quiero un café. Estoy en ciega grande de 100 y alguien dice 225 y otro anónimo paga, José callea en botón, small blind participa y yo agrego la diferencia con -As- 4. K 2 3 y todos pasan hasta quién acababa de coronarse campeón back to back, siendo eso lo único que sabía de quién sería mi oponente, catalogado de TAG por simple default. 600 fue su apuesta y aquí una de las bellezas del poker en vivo, pues SB frunce el ceño, duda sinceramente y paga con esa inconfundible cara de «a ver si vuela el buco/dobles/meto el par». He allí la causa de mi debacle ya que esos 600 muertos más la posibilidad de José beteando un par medio con pocos ánimos de quilombo en la primera mano, más el aire inmedible pero latente por la pasividad de los adversarios hicieron que eleve la apuesta a -supongo- 2300. La mayoría de los jugadores aquí lo mínimo que suben es un combo draw, dobles, pierna, siendo lo más bajo del rango top pair con un kicker decente (que suele pagar por pot control y para mantener peores manos), simplemente pagando sus digamos open ender (4 5) o sus naked flush draws (proyecto a color pelado) por las obvias implícitas y la instancia del juego. Mi mano en este caso no era suficiente para callear, tiene un equity extraño pero aceptable contra ocasionales reyes (gutshot y A) y cartas en turn que me adhieren equity (picas por supuesto) y que coincidirían con mi línea de ch/raise monster draw o Ax del color. Call de mi verdugo y a partir de aquí es crónica de una muerte anunciada. El turn es una J y decido evocar mis tiempos de Pot Limit Omaha en que bluffeaba mi stack con blockers, corriendo con la ventaja de que el oponente siempre está bluffcatcheando y por lo tanto en un spot difícil al ser temprano, teniendo 200 ciegas en un torneo de tanto renombre y tan esperado. Barril grande y all in con sizings que no quiero mentirles pero que pueden dilucidar fueron los pasos siguientes, llevando la historia al extremo y convencido incluso yo mismo de la fortaleza de mi mano, apostando grande para polarizar y desalentar el pensamiento de que valuebeteaba un color menor, poniéndolo contra las cuerdas inclusive con su flushes por las circunstancias, la gente sabía que estoy loco, ¿pero qué tanto?.

Miguel Ángel José me acuerdo que se acercó finalizada la mano y me preguntó si estaba bien, me tocó la frente, me preguntó si tenía problemas en casa. La súbita aparición de este flashback – mi onda con José Lesta es inmejorable- está aquí no para poner en tela de juicio algún aspecto del desarrollo de parte de algunos de los jugadores, sino para ilustrarles un poco la locura que llevo dentro, el demonio que me acompaña nivel tras nivel a mi inmediata derecha a lo largo de los torneos, gritando por encima del rubiecito de toga y arpa que susurra en vano exactamente lo contrario, condenado a ser ignorado.

Ayer en una breve entrevista con el Zumba en una de las tantas tomas fallidas me preguntó quién había sido el rival más difícil para alcanzar la cima del ranking. Mi respuesta ya había sido madurada desde el comfort de mi semana de relax: la agresividad incontrolable e innata, el corazón de barrilete, los super good spots dignos de Lex Veldhuis debían ser controlados, siendo esta mi meta mayor al comenzar el año, y los resultados fueron automáticos -gracias varianza, no crean que no sé lo afortunado que soy-. Inclusive mi papá notó el cambio en mí y me lo manifestó, creador de célebres mensajes de texto ante mis primeros chip-leaderazgos fallidos, del estilo: «tranquilo que ya cobrás, que se equivoquen los otros»; a lo que yo respondía negando con la cabeza y tribeteando por cuarta vez consecutiva al ritmo de AC/DC, acordándome de la historia de ese pariente que tenía tres hijos varones y se moría por tener una nena, pero cada vez que lo buscaba con su esposa, otro machito se unía al clan. Once terminaron siendo creo, pobre papá pensaba yo.

Llegando finalmente a destino dentro de tanto delirio mañanero y esperando que algún camino se cruce a lo largo de este divague de un tirón, como siempre, desembocamos en el CAP, en el que alcancé los 300.000 puntos en fichas en ciegas 1.200/2.4000: No llegué a cobros. Perdí un pozo de 200 ciegas set over set (con serias dudas a pesar de los aires de cooler) y quedé en avg después del golpe, pero quería compartirles que pocas veces bustear de un torneo me dolió tanto. Más allá de las obviedades -medio millón para el primero en un torneo súper deep- no llegar al menos a las dos mesas finales con esa cantidad de ciegas significaba un retroceso enorme para mí, traía viejos fantasmas que la Summer y mi renovado autocontrol parecían haber esfumado. «¿Ya te pelaste, si tenías muchas fichas…», «y bue, también así las hace…» eran dagas desgarradoras de comentarios no mal intencionados pero que no estaba preparado para soportar. Yo creía que ya había alcanzado eso que tanto había querido siempre, la mística del jugador que superando el promedio el rail ya ve en mesa final, la confianza y tranquilidad que expira Lucho Jurczyszyn, la soberbia y presencia que impone Iván Lucá, dos grandes amigos que la mayoría catalogamos de candidatos cuando sus nombres se asoman en el batallón de los últimos treinta.

Cayendo en circularidades y a sólo días de la felicidad única antes descrita, mi ánimo estaba por el suelo y caí en algo similar a una breve depresión. He aquí la razón del faltazo tan dispar al anterior, no tenía ganas de pensar o hablar de Poker. Leí a Paul Auster y lejos de despejarme me desalentó aún más a escribir, como podía alguien ser tan inteligente, taan taan brillante. No fui al gimnasio, el bajón se tradujo a melancolía, me encontré revisando -durante tardes de ganas de nada- mi muro de años anteriores, en búsqueda de canciones olvidadas cargadas de recuerdos. Encontré una que descubrí extrañaba, de una sencillez y belleza envidiables. Sólo con el correr de los días y la introspección digna de mi estado anímico comprendí -una vez más- que debo sobrevellevar mejor la naturaleza de esta vida cargada de emociones extremas, y que no haber hecho Las Nueces en cualquiera de los dos casos había sido un error. Aquí me tendrán entonces el próximo Jueves, agregándose un post referente a lo increíblemente bueno que es mi amigo Leandro Csome y su brillante perfomance en el Madero 5k a la lista de deudas pendientes. Hasta entonces, play.

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