Damián Salas tiene una gran ventaja sobre la mayoría de los jugadores de la mesa final que desde este jueves a la noche empiezan a definir el Main Event de la World Series of Poker y eso es porque entiende muy bien el juego y cómo hay que jugar una definición semejante.
Si bien en el conteo hay una amplia diferencia en fichas entre el primero y el segundo con todo el resto, los dos que más tienen son los que menos entienden de poker: si Scott Blumstein (1° con 97.250.000, 122 ciegas) o John Hesp (2° con 85.700.000, 107 ciegas) escupen un poco de su stack al principio y se equivocan, se va a emparejar mucho.
Si Damián (6° con 22.175.000, 28 ciegas) está enfocado los puede pelar a todos. Por nivel de juego, los dos que más fuerza le pueden hacer son Jack Sinclair (8° con 20.200.000, 25 ciegas) y Dan Ott (5° con 26.475.000, 33 ciegas), dos jugadores con muchas variantes y que pueden meter una gran presión porque son versátiles y se adaptan muy bien.
Después, en la escala de candidatos aparecen palo y palo Benjamin Pollak (3° con 35.175.000, 44 ciegas) y Ben Lamb (último con 18.050.000, 23 ciegas), pero Salas, Sinclair y Ott están muy despegados del resto.
Más allá de los saltos de premios, todos los que saben -Damián por ejemplo- no van a estar pensando en los cobros, porque del noveno al sexto puesto hay sólo 600 mil dólares de diferencia, sube unos US$200k por eliminación, entonces ahí prácticamente no hay ICM.
Phil Hellmuth , quien pronosticó que Salas terminará noveno, dijo que van a jugar tight porque el tercero se lleva US$3.5 millones, pero hay que llegar hasta el 3handed… Entonces, los que saben de esto al principio no van a estar mirando los premios, aunque tal vez sí lo hagan después.
La otra gran ventaja que tienen los que más entienden es la que dijo Damián: este año no hay preparación para la mesa final, no como los años anteriores cuando tenían tres meses desde que se formaba hasta que se jugaba el November 9. Ahora deben jugar como llegaron, no tienen cracks atrás que los puedan guiar. Y si los tienen, no van a haber tenido tiempo: nadie va a poder cambiar sustancialmente su juego.