Muchas veces nos preguntamos: «¿Cómo puede ser que estén en Las Vegas y no traten de ganar brazaletes?». Esto se responde fácil: somos nosotros los que proyectamos nuestros profundos deseos de tener esa reluciente pieza de joyería y la admiración de nuestros pares. Pero para jugadores como Gus Hansen y Patrik Antonius lo único que importa es ganar dinero. Y este año, como siempre, no estuvieron el Rio -pese al Big One for One Drop– sino en el Bellagio.
En el corazón del Strip es donde los escandinavos y Phil Ivey montaron su oficina durante el verano. Y la razón es que la acción fue desmedida.
Todos los días, a toda hora, se encontraban mixed games (una combinación de varias modalidades) con límites que se rumorea -según el propio Antonius- alcanzaron los US$10.000/US$20.000.
¿Será en ese momento que el finés se tomó esta foto con un stack que ronda el millón de dólares?
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Como si esto no fuese suficiente, cuando se aburrían de jugar en serio proponían hacer «pequeños» flips de 42 mil dólares por cabeza. Esto significa que 300 mil dólares cambian de mano sin siquiera haber levantado los naipes.
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En pocos días varios jugadores partirán rumbo a Corea para jugar short deck junto a los asiáticos ricos, pero hasta entonces seguirán en el Bellagio, hogar de la acción más salvaje de los últimos meses.
«It’s gonna be a great summer!», diría el Loco Hansen.
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