Inicio > La memoria (y cómo mejorarla)

Por: José Litvak Flag of Argentina

Ante el paño verde (también el marrón, el beige o el azul) hay que estar atento a todas y cada una de las alternativas del juego, sin mover un músculo de la cara y cuidando cada uno de los movimientos del cuerpo.

Se podría decir que, coordinando la atención a los diferentes focos de la acción, el poketero es una especie de malabarista mental que necesita concentrarse en esas vivencias y recordar en dónde las tiene registradas, cómo es cada una, valorarlas y tamizarlas mediante su archivo de experiencias.

La memoria es fundamental para todas las cosas de la vida y, para el poker, es un GPS que lleva a destino con buen rumbo. De lo contrario, responderíamos sólo a los instintos, innatos o adquiridos, como le ocurre a los animales (aunque también a algunos individuos, coincidimos).

No tiene valor cuánta atención ponemos en la elaboración de una jugada si no recordamos las circunstancias del juego, la información matemática o situaciones similares ya experimentadas. Y es un atributo fundamental, en tanto es una activador de los conocimientos y de las respuestas inconscientes.

La buena memoria ayuda y la mala o la ausente complica todo. Además, es una función que se puede cultivar o mejorar. ¿Cómo? Primero, comprendiendo qué es y cómo funciona.

Le preguntamos ¿Ud. se acuerda siempre de la fecha de su aniversario de bodas? Lo respondemos nosotros: depende de varios factores. Y Ud. ¿se acuerda de aquél bad beat horrible que le hizo perder un torneo importantísimo? Lo respondemos nosotros: seguro que sí. ¿Por qué? Todavía es difícil de explicar, aunque trataremos de aproximarnos.

La memoria es sólo una de las tantas y complejas funciones del cerebro. Es característica de todas las especies, pero el humano la ha desarrollado como ninguna otra y es lo que le ha permitido evolucionar. Se la define como la habilidad o la capacidad para guardar, almacenar, codificar, retener, recordar y recuperar datos e información archivadas en algún recoveco del cerebro. Cómo se obtiene, cómo se mantiene y cómo se reflota, es algo que todavía no se conoce con precisión, pero hay muchas hipótesis.

La memoria es un procedimiento automático del cerebro que selecciona la información, la procesa y la registra. Pero, lo que aquí nos interesa, es cómo influye en los juegos mentales y cómo podemos hacer para cultivarla o potenciarla.

Lo primero: los individuos poseemos diferentes tipos de memoria y sus características son contradictorias, a veces funciona mejor que una computadora y en otras no puede siquiera retener dos números de teléfono si se presentan uno a continuación del otro. Una paradoja que encierra la actividad de la memoria de corto plazo es que si nos detenemos para registrar y evitar el olvido de un dato, no podemos seguir recibiendo nueva información.

Cada persona construye y es responsable de su propia memoria según los actos que realiza cada día y el tipo de experiencias a las que se expone, y el archivo humano debería funcionar con principios orientadores como el del interés personal y la libertad de elección.

Otra necesidad es, paradójicamente, la contraria: la del borrado de información. ¿Se imagina cómo sería su vida cotidiana si frente a cualquier situación, se acordara de todas las vivencias similares? Sería horrible, como la de Ireneo Funes, el fantástico personaje creado por Jorge Luis Borges e inmortalizado en su cuento “Funes el memorioso”; un hombre que tenía una memoria descomunal, una capacidad infinita de recordar y percibir el mundo, cualidad que, paradójicamente, le impedía pensar. “En su abarrotado mundo no había sino detalles, casi inmediatos.”

Funes no tenía dos capacidades esenciales que le otorgan al sujeto el espacio de la creación: las de selección y la de olvido. Un descubrimiento reciente tiene que ver con el poder regenerador del olvido. Se suele decir que con la edad uno recuerda menos. Más allá del desgaste de las neuronas, se trata de un mecanismo de defensa. Borramos los recuerdos insulsos que compiten por sobrevivir frente a aquellos asociados a un objetivo relevante y que se asentaron en la memoria a largo plazo. ¿Será por esto que olvidamos el aniversario y recordamos el bad beat?

Suprimir recuerdos competitivos en el día a día confiere mayor capacidad cognitiva para preservar los importantes. Por ende, la buena memoria funciona cuando aprendemos a percibir, a procesar los datos, a retener los lo que vale la pena, desechar lo superfluo y a recuperar la información en el momento oportuno.

Pero, es evidente que algunos tienen más y otros menos. Por ejemplo, según James Howell, “El acreedor tiene mejor memoria que el deudor”. Y esto es categóricamente cierto, porque es una capacidad dominada por la genética, el ejercicio y el interés..

Según Will Eisner, “La memoria es una cosa amorfa. Es una forma selectiva y moldeada por la emoción. La gente está constantemente en la búsqueda de los detalles de su pasado porque, a partir de ello, basan su estrategia de supervivencia”. Todos nos olvidamos de algo –y quien diga lo contrario, se olvidó– y luego, en algún momento, nos acordamos.

Quién no manifestó, alguna vez: “pero “lpmqlp”, hace semanas que quería acordarme de algo y recién ahora, tarde, me vino a la cabeza. ¿Cuántas veces buscamos lo que tenemos en la mano o estamos hablando con alguien y, de repente, olvidamos cuál era el tema de conversación? ¿Sabe por qué pasa eso? La primer respuesta correcta es: porque Ud. está viejo. Pero hay otras.

Por ejemplo, es raro que no recordemos el nombre de nuestra novia o de quienes estamos llamando continuamente. Sin embargo, si algo que acabamos de aprender no volvemos a repasarlo, es probable que lo olvidemos. Ocurre que no podemos aprender tantas cosas, y menos al mismo tiempo. La mente es ilimitada pero no puede activarse el 100% del cerebro al mismo tiempo, sin producir un cortocircuito masivo y explosivo.

Y, por último, un dato importante: como dijo Arthur Schopenhauer, “cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”. Tradicionalmente se creía que el acto de recordar era una cuestión meramente mecánica (el rival parpadea rápido cuando miente, listo: registrado), pero la comunidad científica sostiene que la cosa no es tan simple.

Resulta que los seres humanos somos creativos (cuanto menos, los creativos). En la mente pocas cosas funcionan de manera automática y la memoria no es la excepción. Por ejemplo, podemos jugar una partida con amigos y, al rememorarla, tener discrepancias respecto de lo que cada uno recuerda sobre lo que pasó. ¿Por qué? Porque nunca es un reflejo de lo que ocurre, siempre está influida por nuestra subjetividad y por el contexto en que fue elaborada.

El cerebro construye un recuerdo de manera creativa, con nuestra visión del mundo e influida por el estado de ánimo. Esto no significa que no podemos confiar en ella, sino que no se tratará de un “hecho limpio”, en tanto tiene un ingrediente subjetivo propio. Es posible que recordemos determinada partida como la mejor de nuestras vidas pero, al tiempo, al evocarla, alguien que estuvo allí nos muestre que no habíamos jugado tan bien como creíamos. ¿Qué puede haber pasado? Que la emoción por el triunfo (o la cantidad de dinero ganado) haya abrillantado ese recuerdo.

Este ejemplo también se aplica a los bad beats, probablemente no fueron tan graves como los recordamos. Insistimos, esto no significa que la memoria sea traicionera sino que, a la hora de analizar las experiencias, un buen ejercicio es preguntarse lo más objetivamente posible cómo sucedieron las cosas.

Y algo más, los recuerdos también se modifican con el tiempo, se transforman. Cuando uno experimenta algo, el archivo cerebral no es instantáneo. Pasarán varias horas hasta que la síntesis de proteínas que estabilizan las conexiones neuronales fijen la experiencia en nuestro “disco duro” (para algunos, lo único rígido que mantienen).

Se puede decir que ese momento será inestable. Este proceso se denomina “reconsolidación de la memoria” y hace que muchas veces no tengamos presente tal y como fue un acontecimiento, sino como lo recordamos la última vez. ¿Y Cómo podemos mejorarla? Cuanto más la usamos, más la cambiamos.

Este punto es una propiedad interesante para cualquier jugador, significa que, por ejemplo, cada vez que ligamos un par de ases recordaremos las veces que nos sucedió y le sumaremos la nueva. Con el correr del tiempo, la mente tendrá una estadística más precisa sobre qué hacer con ellos. El cerebro no administra los recuerdos en pequeños compartimentos sino de manera integral, interrelacionada y económica. De ahí que, cuanto más jugamos, mejor información vamos a tener.

Un último dato. Los hechos vividos con fuerte carga emocional quedan guardados con más detalle (por eso, un bad beat nos persigue por meses, años o lustros, y hasta en nuestras pesadillas). Esto sucede porque forman parte de lo que se denomina “memoria autobiográfica”, que tiene la particularidad de no sólo traer al presente los hechos sucedidos sino el sentimiento de ese momento, hasta el punto de casi “revivirlo”.

Esto explica la importancia de la pasión en la práctica de un deporte. Si acumular nueva información sobre el juego nos hace mejores jugadores, vivirlo conectándonos con ese mundo emocional fijará estos recuerdos aún más y mejor.

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