Inicio > Supersticiones y psicología en el poker

Por José Litvak

La conducta del supersticioso se suele explicar como un mecanismo de defensa y de protección de la psiquis y, en la mayoría de los casos, es producto del pensamiento colectivo que ejerce su influencia sobre el individuo. Incluso está probado que las personas en apariencia más apegadas a la razón científica también se ven afectadas. En menor o mayor medida, nadie escapa a estas creencias.

El ser humano está psicológicamente predispuesto a construir creencias, incluso sin notarlo, porque nuestro cerebro está entrenado para detectar modelos. El problema es que los procesos psíquicos están tan enfocados en ello que incluso ven patrones y conexiones que no existen.

La superstición tiene como función mantenernos alertas ante situaciones diarias para evitar caer en hechos desafortunados.

La capacidad de ver o, más bien crear normas a las que obedecería la realidad, es una de las razones del éxito de la especie. Es una forma sencilla y rápida de procesar lo que sucede alrededor. Aunque no siempre es la correcta.
En general, la mayoría convivimos con nuestras supersticiones lo mejor que podemos porque es también un alivio y un atenuante contra una gran verdad universal: no tenemos control total sobre lo que nos va a suceder. Lo sabemos, pero la idea de poseer mecanismos mágicos para tomar las riendas permite que podamos enfrentar lo incierto de forma más positiva.

Según el licenciado Enrique Novelli (miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina) «pareciera que los hombres funcionáramos con un doble pensamiento racional y los restos de un pensamiento primitivo mágico-animista, en el cual las cosas tienen vida o intencionalidad propia».

No obstante, advierte que, en lugar de protegernos, las supersticiones pueden derivar en una profecía de autocumplimiento porque, «al faltar a un ritual, el creyente entra en un estado de tensión y espera que algo le suceda. Puede llegar, incluso, a hacer que algo le pase para confirmar su teoría».

La psicología brinda una herramienta para poder contrarrestar
estos impulsos: «La auto reafirmación».

Se trata, lisa y llanamente, de inflar un poco el ego y decirnos «soy un gran jugador y si la cosa va mal voy a poder remontarla». Al volvernos emocionalmente seguros ya no se necesitan las «muletas mentales» (conocemos a varios que, pese a ello, debieron volver a trabajar).

De todas formas, los científicos también aclaran que todo es sano en su justa dosis. Una investigación con golfistas profesionales reveló que las supersticiones pueden tener un efecto placebo en nuestra nerviosa psiquis y hacer que nos desempeñemos mejor.

Durante ese estudio se repartieron en partes iguales las mismas pelotas a dos grupos de jugadores. A uno se le dijo que tenía las de «suerte» y al otro no se le dijo nada. Como resultado, el grupo de «la suerte» acertó un 35% más en sus tiros.

Finalmente, hay algo irrefutable: las supersticiones y las cábalas ejercen un efecto evidente en quienes creen en ellas. Por ende, si es su caso, sígalas, de lo contrario jugará en inferioridad de condiciones.

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