Por José Litvak
No hay una única acepción para esta denominación.
Para la mayoría de los autores, es la fase de un torneo en la que quedan pocos jugadores antes del límite establecido para entrar entre los premiados. En Argentina, en particular, es el momento en que resta sólo uno.
En el primer caso, al último en retirarse sin premio lo llaman el bubble boy (“el hombre de la burbuja”) nombre que tienen una connotación peyorativa.
Es el peor puesto de un torneo. Haber luchado denodadamente para llegar y quedarnos en la puerta de los premios es doloroso. Nadie quiere ser el bubble boy.
Esto es lo que hace particular, emocionante y tan interesante esta fase.
La excitación, la tensión y hasta el miedo aparecen en su máxima expresión, y son sólo comparables con el grado de distensión que se siente cuando aparece el “bubble boy”.
Ahora cambian muchas situaciones y objetivos, por lo que es diferente la forma de encararla y las tácticas a poner en práctica. Y lo más atractivo es que los contendientes tienen objetivos contrapuestos.
La mayoría, normalmente, busca estar, como fuere, entre los que reciben premio. Otros, más ambiciosos, la ven como la oportunidad para explotar a los “hiperconservadores” y para entrar en la fase siguiente lo más fortalecidos posible.
Esto tiene relación con la personalidad de cada uno y con sus fines ¿Por qué?
Porque hay quienes van a “todo o nada”, lo cual no es tan “loco” como parece, si se tiene en cuenta la gran dispersión existente entre el valor de los premios.
Muchos piensan que la magnitud obtenida en un solo torneo (primero o un segundo puesto) justifica ampliamente jugar “a fondo”. Ganan más que con la suma de varios premios pequeños de distintos eventos.
Los grandes jugadores, los experimentados y los asiduos quieren quedarse con todo. Otros se contentan con estar entre los ganadores.
Como dice Arnold Snyder en THE Poker Tournament Formula II, (el libro que PensarPoker planea lanzar este año al mercado), “Un torneo de poker no es tanto un juego de matemáticas como lo es de emociones y percepciones, y cuando los jugadores perciben que están cerca de los cobros, sus emociones se desbocan y nublan su proceso de toma de decisiones”.
No obstante, nadie quiere ser el primer despedido en la burbuja, y un error puede provocarlo. Para no cometerlo, la mayoría juega muy tight, foldea y foldea, esperando que otro lo cometa.
Esto favorece a los agresivos, que tienen un campo propicio para robar las ciegas y antes, los que tienen ya un valor significativo.
No podrán hacerlo todas las rondas, pero sí cuando están en posición, cuando leyeron bien y cuando midieron los stacks: ahora se juega más con el miedo que con el valor de las manos.
Por ello, es difícil exponer un planteo estratégico, genérico y único. Dependerá del objetivo de cada uno.
Tema que, seguramente, abordaremos en otra oportunidad.