Inicio > Stu Ungar: el campeón que no volvió

En el mundo del poker hay historias que se cuentan como leyendas. Pero pocas son tan impactantes, reales y trágicas como la de Stu Ungar Flag of Estados Unidos, el niño prodigio del naipe, el lector de almas, el genio autodestructivo. En 1990, ya con dos títulos del Main Event de la WSOP a sus espaldas, Ungar regresó a Las Vegas con la mirada puesta en un inédito tricampeonato.

Desde el inicio del torneo, “The Kid” jugó con una precisión quirúrgica. No solo ganaba fichas, dominaba mentalmente a sus rivales. Muchos sentían que no estaban simplemente enfrentando a un jugador más, sino a alguien que parecía ver las cartas marcadas.

Con cada nivel, Ungar escalaba en el conteo. Faroles imposibles, lecturas perfectas, decisiones milimétricas: todo le salía bien. Al cierre del día que daba paso a la mesa final, Stu era el chipleader. Su stack superaba al de los demás por amplio margen. Tenía todo para volver a coronarse. Pero la historia cambió drásticamente.

La desaparición que sacudió al poker

Al día siguiente, cuando los jugadores tomaron asiento para disputar la mesa final, uno de los asientos estaba vacío. Era el de Ungar. El reloj del torneo empezó a correr, las ciegas subieron… y su stack comenzó a reducirse. Las fichas que había ganado con brillantez se perdían sin resistencia.

Lo que muchos no sabían era que Stu Ungar no había desaparecido por decisión estratégica o problemas logísticos. Había sido encontrado en su habitación, inconsciente, tras una recaída con las drogas. Su cuerpo no aguantó más. Aquel talento brillante que había deslumbrado a Las Vegas había sido vencido por su peor enemigo: él mismo.

Terminó noveno, sin jugar una sola mano más. Una eliminación inédita en la historia del Main Event, y una imagen que quedaría grabada para siempre en la mente de quienes lo admiraban. Fue un recordatorio brutal de que el poker no se juega solo en la mesa: también se juega en la vida.

“El único que me venció fui yo mismo”

La historia de Ungar tiene muchas capas. La gloria, la caída, el talento desbordante, la tragedia. Pero también tiene redención. En 1997, contra todos los pronósticos, volvió a la WSOP y ganó su tercer título. Lo hizo con el cuerpo debilitado pero con el mismo fuego competitivo que lo había hecho famoso.

Poco después de esa victoria, en una entrevista que muchos recuerdan, Ungar dejó una de las frases más poderosas de la historia del poker:

“He descuidado a mis hijos. He hecho muchas cosas estúpidas. Pero quiero decirte algo con certeza. Nadie me venció jugando cartas. El único que me venció fui yo mismo. Mis malos hábitos. Pero cuando estoy enfocado como en este torneo, realmente creo que nadie puede competir conmigo día tras día”.

Stu Ungar fue único. Una figura que sigue inspirando y doliendo al mismo tiempo. Porque el poker nunca volvió a ver a alguien como él… y quizás nunca más lo haga.

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