Por José Litvak

Cuando en los momentos de definición de una jugada o partida, un deportista disminuye reiteradamente el rendimiento, es probable que padezca un conjunto de síntomas que se conoce como: SIC (Síndrome de Imposibilidad de Cerrar o Convertir).

Este descenso en el rendimiento puede ser notorio o sutil, pero siempre es decisivo para el resultado. Por lo tanto, en esos segundos fatales, se pierden horas, días, semanas o años de esfuerzo, entrenamiento y estudio.

El momento del cierre de una jugada o una partida es uno de los de mayor tensión y es evidente que hace falta un resto de fuerza psíquica para hacerlo.

Un campeón siempre tiene un plus de potencia mental para soportar la fuerte tensión de la definición.

Se trata de una combinación, en grados variables, de ansiedad incitada por inseguridad, exigencias desmedidas y un nerviosismo que nubla el juicio, generando un importante crecimiento de la llamada “angustia escénica”.

Algunos de los síntomas más claros de ese síndrome son los intentos prematuros o atropellados, y la inhibición y aplazamiento en momentos decisivos.

Hay deportistas que en los puntos clave arriesgan demasiado, pero no por una cuestión táctica, sino por ansiedad, porque no soportan la tensión de trabajar la jugada hasta poder concretarla. Hacen un intento precoz de definición y suelen fallar, víctimas de su propia presión interior.

También puede suceder el fenómeno inverso, en el que, por inseguridad, se demora la consumación, desaprovechando la oportunidad y cediendo la iniciativa al oponente.

Lo que no hace uno, lo hace el rival.

Igual que en la guerra, terreno que se cede, es terreno perdido. La baja tolerancia a factores como la presión interna o externa produce lentitud de reflejos y razonamientos.

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