Por José Litvak
Como en la guerra, no afrontaremos las batallas de la misma manera cuando contamos con muchas municiones que cuando tenemos pocas, o si los víveres escasean o sobran, o si los tiempos para lograr mantenerse con vida sin combatir son extensos o perentorios.
En el poker la cantidad de fichas con las que se juega es uno de los factores más importantes en el diseño estratégico.
El stack no es el único condicionamiento para jugar bien, pero es uno de los principales, en tanto los otros varían en función del tamaño de las pilas propias y las ajenas.
La primera y principal explicación genérica que debe exponerse se vincula con la utilidad de fijar la magnitud de los stacks y con las consecuencias que esos tamaños provocan en las diferentes modalidades del juego (cash games, sits & go o torneos), dado que tienen pocos puntos de vinculación entre ellas.
En los juegos por dinero, el monto de fichas con el que entramos es opcional (dentro de un límite estipulado por la sala, ejemplo, mínimo 30bb – máximo 100bb). Por ende, responde a una decisión estratégica voluntaria.
José Litvak.
Cada uno puede escoger una magnitud determinada y podrá sentirse más o menos cómodo o considerar que son mejores o peores las tácticas que se adaptan a cada magnitud.
En los torneos, por el contrario, el stack inicial es igual para todos, salvo en los que se admita iniciar con caja doble, y sus fluctuaciones dependerán del desarrollo de la competencia.
Por ende, el tamaño de la pila que tenemos en cada momento es el que nos inducirá a jugar acomodándonos a esa circunstancia. Se trata de una adaptación táctica obligada.
En términos más claros, en las mesas cash somos nosotros quienes optamos por la estrategia que nos gusta jugar, y esto fija la cantidad de fichas con las que lo haremos. En los torneos, en cambio, nuestro inventario circunstancial es el que impone y acota las acciones.
Aquí aparece una primera diferencia -de motivación y de objetivos- cuyos efectos son determinantes para analizar la cuestión.
No es lo mismo practicar una determinada estrategia por elección que hacerlo por obligación. En un caso, estaremos cómodos y, en el otro, seguramente, no (una amiga que practicaba el viejo oficio nos decía que, cuando lo hacía sólo por amor, no quedaba del todo satisfecha).
También son distintos los fines y las posibilidades en los cash games que en los torneos. Por ende, también lo son las consecuencias derivadas de la cantidad de “balas” y/o “reservas” que hay sobre la mesa.
Para ganar en los cash games, hay que retirarse con más fichas que con las que compramos y, si lo queremos, podemos recomponer la pila en cualquier momento para no tener que cambiar líneas tácticas. En los torneos, esto es imposible.
El objetivo final del juego, en cualquiera de sus modalidades, es llevarnos las fichas ajenas, pero el tamaño del stack modifica el propósito inmediato; es decir, el “cómo” alcanzarlo. Lo grave de la situación es que quien no lo adecue a ese parámetro está condenado al fracaso.
Y ese “cómo”, esas estrategias, no son diferentes, “son opuestas según los tamaños”. Ya lo analizaremos en particular.
En la literatura y en las charlas sobre poker, los stacks se distinguen habitualmente en short, medium, full o deep, aunque eso, por si solo, no dice mucho ¿Por qué?
Porque los parámetros de medida, los objetivos y los condicionamientos de cada modalidad de juego son distintos y no tienen el mismo alcance ni el mismo significado para cash que para sits & go o para MTT (torneos multimesa).
Por eso, cuando se alude a la dimensión de las pilas, debe aclararse respecto de qué variante se trata. Cualquier referencia vaga o genérica no expresa nada concreto y, por el contrario, confunde.