El poker, tal y como se ha concebido hasta el momento, ha venido sufriendo ciertos cuestionamientos y cambios para tratar de brindar una experiencia más atractivas para los nuevos jugadores. Ahora, los cash games están en la mira.
Desde hace algún tiempo, muchas salas online y grandes festivales han comenzado a limitar el número de reentradas disponible que tiene un jugador para poder participar en un torneo. Por un lado, esto fomenta que dicho torneo se ejecute en menor tiempo, pero sobre todo, que pueda existir más equilibrio entre aquellos jugadores que tienen mucha banca y los que están jugando con una única bala.
Si bien es cierto que uno de los principales atractivos del cash games es poder competir con grandes ballenas o jugadores recreaciones con mucha banca detrás, hay un efecto psicológico y de varianza que puede jugar en contra de aquellos que hacen uso de una correcta gestión de banca.
Aunque en una mesa de efectivo se puede colocar un tope para sentarse de 200BB, esas mismas pueden ser recargadas de manera infinita, lo que puede llegar a provocar cierto desequilibrio entre los jugadores.
No es lo mismo pisar un casino con US$10.000 que con US$300. Un jugador profesional que pretende sentar en niveles de ciegas US$1/US$3, puede colocar su límite de pérdidas por día a dos cajas (US$600) mientras que aquel que tiene los US$10K puede estar dispuestos a jugárselo todo.
Ciertamente en el poker existe una variable importante a considerar en el largo plazo, sin embargo, la soltura con la que jugará el recreacional de la banca profunda puede afectar toda la dinámica de la mesa sin ser, necesariamente, provechoso para el jugador regular que tiene una estrategia sólida de juego.
También hay quienes afirman que sería absurdo limitar el número de entradas para el cash games, en primer lugar porque atenta contra la naturaleza propia del juego y en segundo lugar, reduce la posibilidad de sacar grandes ganancias de aquellos jugadores recreacionales.