Ya no le tiene que probar nada a nadie, menos a él mismo o a su familia, con padres a los que debió convencer con los hechos que la elección del poker sobre la abogacía era acertada y no una decisión tomada entre gallos y medianoche con una vaso de whisky en la mano. Al contrario, Damián Salas reúne todas las condiciones que cualquier profesional destacado en su rubro necesita para serlo. Y, por supuesto, para ser el flamante campeón de la World Series of Poker.
Salas, el campeón del mundo.
CodigoPoker le hizo marca personal antes, durante y después de ese triunfo, desde que comenzó a jugar en la GGPoker Network para llega a la Mesa Final en Rozvadov y después, en su excursión a Las Vegas, en donde ganó el mano a mano por la pulseara deseada.
Desde todo punto de vista (familiar, económico, por descanso), el hombre nacido en Chascomús podría haber comenzado un año, lustro o década sabáticos de las cartas. Sin embargo, para nada lo hizo. Luego de llegar el viernes a la Argentina, y de tomarse unos mates en la tranquilidad de su hogar, el domingo estaba listo para encarar una nueva jornada de grindeo como si no hubiese llegado a la gloria y cumplido el sueño que persiguió por años.
CodigoPoker, en su búsqueda diaria de grinders latinos en el ecosistema virtual, lo ubicó en varios torneos, como el $1.700 Main Event de la WSOPC en Natural8, donde salió 153° con un cobro de 10.230 dólares, y en el también torneo principal de la Blowout Series de PokerStars, de inscripción US$530 y 5M garantizados, en el que el argentino se clasificó 685° para el Día 2, este lunes, pero quedó eliminado sin llegar al dinero.
Esta web se comunicó con Salas, quien confirmó que «jugué de ocho a diez torneos». ¿Por qué lo hace? «Porque me fascina de verdad, no es un trabajo, me gusta, estoy más que en confort haciéndolo». Por si quedaron dudas, agregó: «Vibro con esto; si no, me aburriría…».
Si él sigue jugando luego de haber ganado todo… ¿Por qué el resto no debería hacerlo?