Muchos jugadores, en su carrera por convertirse en profesionales, olvidan la esencia del poker o aquella motivación que los llevó, por primera vez, a sentarse en una mesa con amigos, ir a un casino o abrir una cuenta en una sala online.

Ciertamente el dinero es el principal atractivo para hacer del poker una actividad prioritaria para muchos, sin embargo, existen otros males asociados a ello que pueden afectar tanto las sesiones como la vida fuera de las mesas, con la familia o amigos.

Con el paso del tiempo, el poker puede llegar a perder lo divertido y es justo aquí donde se debe tomar conciencia para buscar volver a esa visión que se tenía anteriormente y mirarlo como un gran juego que puede aportar ganancias de una forma entretenida, de no ser así, se debería abandonar. Sufrir en las mesas, insultar jugadores o tomar decisiones por sentimientos como la venganza son claros ejemplos de que dicho componente de alegría ha desaparecido.

El famoso refrán «dedícate a tú pasión y no tendrás que trabajar por el resto de los días» cobra mucha fuerza para aquellos que han logrado profesionalizar el poker pero para otros que aún están en la larga travesía, pueden llegar a obsesionarse con una promesa de grandeza que no llega y suele terminar siendo más perjudicial que otra cosa.

Si bien es cierto que para lograr ser ganador constante hay que dedicar horas de juego y estudio, no se deben olvidar los otros aspecto del día a día, por el contrario, parte del éxito de un profesional está en encontrar un equilibro entre las cartas y la vida.  

Algunos coaches mentales trabajan este tema con mucha insistencia, Matthew Holger  y Ian Taylor  en su libro The Poker Mindset, suele repetir una idea de forma clara y constante a lo largo de sus páginas y es justo la relacionada con que nunca se debe olvidar que el poker, a fin de cuentas, es solo un juego.