¿Entrar, o no entrar? Esa es la cuestión. Obviamente, me estoy refiriendo a la primera pregunta que nos hacemos al ver nuestras cartas individuales.
En este «jueguito», cada situación o cada ronda presenta razones diferentes para decidirlo, pero, para muchos, el valor de su mano es una de las más influyentes. Ese valor es, literalmente, su potencia preflop o, en otras palabras, las probabilidades matemáticas que tienen de ganarle a otras manos. Esa información está ampliamente difundida en la literatura del poker.
Sin embargo, hay que tener cuidado. Ya dije muchas veces que esas tablas, repetidas hasta el cansancio por casi todas las publicaciones, no son confiables si no se depuran. También, es bueno recordar que sólo informan la fuerza preflop, porque una vez conocido el board, lo que tiene relevancia son las posibles combinaciones con las comunitarias y la lectura que hagamos de lo que llevan los otros.
Por ende, a diferencia de lo que explican esas estadísticas, una mano no tiene un pronóstico único y genérico, sino uno diferente según contra el rango rival elegido para calcularlo. No es igual para enfrentar rivales tight que para una mesa de juego loose.
Además, y seguramente lo más gravitante para determinar si entrar o no en juego y elegir la estrategia más adecuada, depende de la cantidad y tipo de oponentes, del valor del pozo en disputa, del tamaño de las apuestas ofrecidas, de la modalidad del juego (cash o torneo), del monto de los stacks remanentes y/o la posición desde la cual estamos jugando, entre otros tantos factores.
Entonces, es claro que la probabilidad de éxito de una mano constituye sólo uno de los ingredientes para tener en cuenta y, por cierto, no es el más destacado. Por ejemplo, si vamos a pergeñar un engaño, el valor de la mano importa menos aún, dado que se puede mentir con «cualquier carta».
Pese a esta limitada relevancia, quien esté interesado encontrará cientos de desarrollos teóricos y “tablas estructuradas de manos jugables” basadas en su equity preflop (lo que yo denomino: su fuerza «errónea»). Para colmo, estas tablas vienen con un “manual instructivo” de las jugadas o acciones tácticas recomendadas para cada situación.
Y hay métodos y recetas de los autores más prestigiosos, y para todos los gustos y estilos. Cometeré un sacrilegio (total, ¡qué le hace una mancha más al tigre!), les digo que sirven de poco y nada. O peor aún, que es preferible no consultarlas. En todos los casos se trata de recetas publicadas de jugadores del más alto nivel que han demostrado performances extraordinarias y, sin embargo, sus opiniones varían y, en muchos casos, diametralmente. ¿Por qué? Porque cada uno tiene preferencias por determinados rangos, por su estilo y los fundamentos que prioriza; cada uno tiene su propio sistema.
A partir de esto, resulta evidente que en el Poker no existe un «menú» de manos iniciales único, valedero y predeterminado ni, menos aún, de las jugadas apropiadas o estructuradas para cada circunstancia. Para colmo, esos estudios son complicados, extensos, tediosos y, como dije, inútiles.
Estimado lector, en el Poker no hay sistemas ni recetas, hay conceptos y fundamentos estratégicos. Cada ronda es única y diferente, aún jugando con los mismos naipes. Quien crea que existen fórmulas se desinforma. Y quien se apegue a alguna no aprenderá jamás, no tendrá la flexibilidad que impone cada situación y nunca llegará a ser un buen jugador.
Le pregunto, ¿Ud. escuchó alguna vez?: perdí, tuve una mala suerte horrible. ¡No ligué nada! (lamento popular reiterado). Esa es una excusa autocomplaciente: el Poker no es un juego de cartas, sino de estrategia que se juega con cartas y en el que su valor es un factor poco gravitante.
Por José “el Profe” Litvak
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